lunes, julio 12, 2010






Desde el principio, y en cuanto tomamos conciencia de ello, nuestra vida es un compromiso ineludible, que hacemos con nosotros mismos y que debemos tomar en serio.
A veces, incluso dentro de nuestras fronteras, se establecen regimenes autoritarios y totalitarios, que aunque disfrazados de pequeña y suave propaganda “reprochística”, lo siguen siendo. Los que se adhieren al régimen por comodidad y ceguera, o por incapacidad o falta de recursos, suelen salir favorecidos por las autoridades: reciben el favor del jefe de estado, buen trato y cuidados siempre y cuando no le decepcionen y no contesten a sus pequeñas quejas, que tienen como objetivo absorberles cada día un poco más a través de la dependencia. Los que no lo hacen se ven sometidos a una gran presión: la fuerza del régimen, los interrogatorios, las malas caras y el maltrato psicológico al que son sometidos les hacen tambalear más veces de lo que creían, pero tienen muy claro que si se rindieran su vida ya no sería suya y su libertad sería la que protestaría entonces, reprimida por las afirmaciones y órdenes de aquellos que creen saber mejor que él mismo como dirigir su vida . El espíritu salvaje, del lobo estepario, del hablar con el corazón y a veces con resentimiento sigue vigente y no deja de emerger, pero las brigadas político-sociales tienen una muy calculada táctica de represión: saben que el lobo también tiene corazón y aprovechan que puede sentir pena y sentirse solo en su propio fuero para ponerse del lado de la víctima-verdugo y hacer retumbar su mala consciencia. Pero duro es el ser humano, y pronto el no adherido “aprende” también esas cosas…y las aplica con quien no las merece cuando sale de las fronteras. Obstinado y sintiéndose desgraciado, es repatriado a su fuero, a su realidad cotidiana, y vuelve a sentirse como lo que siempre ha sido y le han tratado: un extraño en su propia tierra, un salvaje, un descorazonado, una alimaña, un foráneo que para más condena aprende el maltrato que no quiere dejarle convertirse en persona libre, un mentiroso, porque nadie entiende sus teorías ni cree lo que ha visto, un loco, un don nadie, un profeta que no es profeta en su tierra. El exilio es entonces su única meta, su única salvación, y el encontrar su manada de lobos con los que a veces tiene desencuentros e incuso peleas, pero que fortalecen la relación y establecen vínculos estrechos e inquebrantables, y un compromiso único, especial, y que debe de ser duradero: el de saberse importante por encima de los demás, el de priorizar, por encima de todo, su libertad de equivocarse y su manera de hacer las cosas. Es entonces cuando las lanzas de la revolución –una revolución que empieza interiormente- se alzan e implican estallidos de júbilo, sus voces gritan “a partir de ahora el camino será más difícil, ¡pero será mío!”. A partir de ahora todas las libertades y las obligaciones están en sus manos, su propia vida, su destino, y la presión se ha desvanecido hasta borrar por completo aquella pesadilla.
Y es que, un compromiso con nuestra vida, implica vitalidades y desfallecimientos, sufrimientos y suplicios a lo largo del camino, pero si logramos mantenernos firmes haciendo nuestro el recorrido, quizá lleguemos a ser un poco más libres de lo que un día, interesadamente, nos enseñaron con el nombre de “libertad a cambio de algo”.

P.D: Ésto es algo así como un texto de "desahogo", así que perdonad por el estilo, la estructura y las metáforas flojas ;)

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